jueves, 9 de agosto de 2007

La Ruleta Rusa, Capitulo 1: Ni tú ni nadie puede cambiarme

Tumbado en una hamaca, colgada de dos palmeras, me mecían suavemente dos preciosas morenas, vestidas con togas blancas de seda casi transparentes, mientras un ángel rubio de largos tirabuzones masajeaba mis sienes. A los pies de la hamaca, un coro de semidiosas cantaba al unísono, JUAN, ERES NUESTRO HOMBRE, JUAN, ERES EL MÁS GRANDE, JUAN...


- Juan, Juan...

- Hmmmm... - La voz de Nieves acababa de talar las palmeras, mandar a tomar por culo a la hamaca y espantado a todas aquellas bellezas que cantaban mis alabanzas, para mayor gloria del Club de los que Acababan de Echar un Polvo.

El cuarto estaba en penumbras, y la poca luz que entraba por la ventana venía empujada por la fila de farolas que pespunteaba de naranja la calle. Poca luz, pero suficiente para entrever la silueta de Nieves, recostada sobre mi pecho. Tenía el pelo arremolinado, pegado a las sienes, la piel brillante por el sudor que empezaba a secarse; sus hombros, desnudos y relajados, subían y bajaban, acompasados al ritmo de mi respiración. Vamos, que si en ese preciso instante alguien entraba en mi dormitorio, a ver quien era el guapo que podía convencerlo de que aquello no era lo que parecía.

- ¿Estás despierto?

- Nnnnnnnnnnnnngrfffffffffff...

- Necesito saber algo. - Nieves hablaba mirando a los pies de la cama, sin girarse para mirarme, como si me preguntara por el desayuno de esta mañana, dejándolas caer sobre la manta, pero con una pizca de tensión, la justa para que se me terminaran de abrir los ojos.

- Vale, pregunta lo que quieras, si no es nada demasiado complicado... - Es en esos momentos cuando caes en la cuenta de que las mujeres desconocen por completo el funcionamiento del cuerpo humano en su versión masculina. Debería ser materia de obligado estudio en colegios, institutos y facultades, la ley universal que afirma que la capacidad cerebral del varón para coordinar pensamientos, responder a preguntas o seguir comportamientos lógicos es directamente proporcional al tiempo transcurrido desde el último intercambio de fluidos. Y del mío, vamos, del nuestro, sólo habían pasado unos escasos quince minutos, así que la neurona que se había quedado de guardia bastante tenía con mantener mis constantes vitales en unos niveles aceptables, lo justito para no mearme encima, babear descontroladamente, cosas así.

- Tú sientes algo por mí, ¿verdad?

¿Eh? ¿Cómo? ¿Qué si sentía algo por ella? No era el momento para ese tipo de preguntas; quizás para algo menos complicado, como si quería repetir el asalto anterior, o si me acordaba del enunciado del Teorema de Gödel, pero esto no, para este tipo de preguntas necesitaba de mi más absoluta concentración.

-Pues..

Pues... ¿sentirá algo por ella? ¿no? ¿quien coño es el Gödel ese? Si quieren saber la respuesta, no se pierdan la siguiente entrega de "La Ruleta Rusa". Tatachánnnnnnnnnnnn.

1 comentario:

Unknown dijo...

Eso digo yo!!! y creo que me voy a arrepentir de la pregunta...pero como dice el dicho "la curiosaidad mató al gato"...Este miauuu ¿Quién coño es Gödel?

Paquito esta parte es como diría Jezzulínn, en dos palabras GENIAL, Briloante, magnifico, la monda, la leche frita, cuando haya ganado la cervecita puedes pararme ¿eh?. Máquina...que eres un máquina